El ciberespacio apareció como una zona incorporal más salvaje que el salvaje Oeste, más vigoroso que la carrera del espacio, más sexy que el sexo, y mucho mejor que caminar por la Luna. Era la última frontera de las fronteras, la más pura de las islas vírgenes, el más nuevo de los territorios, una realidad diseñada según las especificaciones humanas, una zona artificial madura para un proceso de colonización infinito, capaz de satisfacer cualquier deseo final, especialmente el de escapar a la “carne”.
Sadie PLANT, 1998, Ceros+Unos. Mujeres digitales+lanueva tecnocultura
cyberespacio
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